En 1890, José Serrats se establece industrialmente en Bermeo, con el deseo de conservar y llevar a los lugares más alejados, la deliciosa frescura y sabor de los productos del mar Cantábrico. Ayudado por la excepcional calidad del pescado, implanta las nuevas técnicas de conservación provenientes de Francia, que le permiten introducir rápidamente sus elaborados en los mercados europeos.